Reseña sobre Inquietantes dislocaciones del pulso. Por Jairo Rojas Rojas
Dislocar
el lenguaje.
Que
el libro “Inquietantes dislocaciones del pulso” de Gladys Mendía esté dedicado
a las Madres de Plaza de Mayo no es un dato menor; todo lo contrario, esta
línea inicial es el eje temático alrededor del cual se mueven los poemas, avisando
de la intensidad que encontraremos en la lectura y prefigurando con ese afecto un
lenguaje sostenido en un admirable equilibrio entre la voz íntima y la empatía
por el otro; o las otras, las madres y su dolorosa historia que sigue removiendo. Las grandes catástrofes personales, y también
las históricas, se reconocen por el silencio estupefacto que dejan en su
estela, como una emoción que exige otro lenguaje al común para poder transmitir
su esencia. Y es justo ahí, en esa imposibilidad del decir, donde la poesía
parece desempeñar su función; o, al menos, una de sus posibilidades. Mendía como poeta lo demuestra en este libro tensionando
el lenguaje y haciéndolo visible como un grafiti en el marco de un oscuro
escenario consecuencia de un gobierno dictatorial, un panorama moldeado por la
mano represora y autoritaria que quiso borrar cualquier indicio de diversidad,
de comunión, de memoria. Borrar, devastar, desaparecer y traumar con la violencia
y la ausencia. Las palabras deben afrontar eso y transgredirlo: “agítalo y
rocía baña muerde la peste / que estos son los días de la disolución (…)
sabemos que morder la peste desde adentro no sirve / pero insistimos / cada
noche repetimos la invasión del grafiti”
El
modo en que la poeta Mendía dice el horror no se restringe exclusivamente al
ámbito catártico y emotivo pues la forma en que se estructuran los textos son
consecuencia de una arquitectura pensada, de una formalidad levantada entre lo
dicho y el silencio, cuyo diálogo y concentración textual resultante se asemeja
a poemas como universos explosivos. La brevedad del libro en este caso no les
resta potencia a los textos, sino que funciona como detonante del pensamiento y
reflexión sobre la historia y, aún más, sobre el lenguaje que intenta dar
cuenta de esos acontecimientos más cercanos a monumentos de la oscuridad
humana. Esta poesía se aventura a tratar de expresar lo callado, lo eludido, lo
silenciado, lo inalcanzable en el decir. Una propuesta que no cae en el dicho
predecible del concepto o el sentido obvio, sino que va más allá como lo
amerita y exige su contenido, como instalando una lengua cercana a ese silencio
doloroso.
Este
libro, esta poesía se alza en el corazón de una de la más grande experiencia de
aniquilación de nuestra historia continental ¿por qué no habría de vacilar allí
el discurso, todo discurso, el lenguaje mismo? La ausencia que cargan estas
madres, ese padecimiento intransferible, también es un hueco en el centro de
muchas palabras y es ahí en ese vacío donde la poeta instala su decir, en medio
de siluetas de cuerpos que ya no están. “el río muerte que nunca descansa” “la
lengua de los finados son las burbujas del río”. Mendía como poeta es una
vocera de lo indecible “un día tragué tanta agua”, pero también como mujer,
como madre, como ciudadana de un contexto que en algunos puntos nos es
familiar. Importa el contexto de enunciación pues de alguna manera atiende las
redes históricas en la que se inserta este tipo de propuestas más que en
estilos que se nos importan como modelos de producción creativa. En este
sentido, hace entrever una relación capital en cualquier manifestación
artística, a saber, la relación entre arte y política.
Podemos
entonces remarcar dos capas de las múltiples que conforman este libro, la socio
política y la íntima en constante dialogo. Mendía no separa, sino que deja ver
redes y puentes entre lo macro y lo más inmediato. Su lírica se alza en una
parte de la desolación que ha dejado la dictadura a un grupo numeroso de madres
y familiares de seres queridos borrados de golpe; no es difícil imaginar el
quiebre que semejante desgracia puede dejar en lo personal y colectivo, una
marca de lo corrompido, arrancado, asesinado, incluyendo el lenguaje. Ante
esto, sólo queda reinventar la lengua, minarla, traicionarla, volverla
estrecha, precisa en el balbuceo Por eso en “Inquietantes dislocaciones del
pulso” nos movemos entre la metáfora, y el realismo, pero un realismo entendido
no como una mirada predecible del contorno sino del acercamiento a una
subjetividad. Allí se mueven los textos; entre la vida y la forma, entre el
arte y la muerte; entre cortes, giros, dislocaciones, murmullos, sintaxis
inesperada, condensaciones, para decir lo que no puede ser dicho, pero que urge
recordar para no caer en el retorno de lo inaceptable, para que no venza la
única mirada sobre el mundo. Sabemos que la poeta no maneja la metáfora de una
realidad imaginada sino de la manifestación de lo humanamente posible. Su
cometido, su responsabilidad, es ir más allá de la catástrofe y la tiniebla,
aunque para eso deba atravesar toda catástrofe y tiniebla. “ESCRIBIR / perderse
en la peste”.
Jairo Rojas Rojas.
Montevideo, 2018
JAIRO ROJAS ROJAS (Mérida, Venezuela, 1980) Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de los Andes. Ha publicado los libros de poesía La Rendija de la puerta (2012), La O azul (2013), Los plegamientos del agua (2014) y Pasear lunático (2018) y ha sido galardonado con los premios: IV Bienal de Literatura Ramón Palomares (2011), III Concurso Nacional de Poesía de Venezuela (2012), XIX Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (2013) y la XX edición del premio de poesía Fernando Paz Castillo (2014). Parte de su trabajo ha sido incluido en las antologías: “#Nodos”. España: Next door Publisher, 2017. “Del caos a la intensidad. Vigencia del poema en prosa en Sudamérica”. Perú: Hijos de la lluvia editorial, 2016.
Comentarios
Publicar un comentario