Ensayo sobre La silenciosa desesperación del sueño. Por Miladis Hernández
LA SILENCIOSA DESESPERACIÓN DEL SUEÑO
los barrancos y su belleza
por qué no vamos hacia el barranco
Gladys Mendía
Para Gladys
Mendía, la poesía continúa siendo un -infinito espacio intermedio-: espacio
predispuesto al viaje ontológico de los mortales. No es la primera vez que
rebasa esa infranqueable línea, ese túnel incorpóreo -sin nexos sutiles- para
legitimar sus temeridades. Hay en ella un afán de aniquilamiento perpetuo, un
desasirse en los salientes. Ella pende, lo mismo de un agujero que, de esas
rutas atravesadas en la memoria. Rutas masticadas en su andar, caviladas desde
el desasosiego, desde la complicada extrañeza de –aún- sentirse viva, replegada
por el tempo donde se martiriza, se
descarna para entender cómo -ese todo-
la posee, la rodea, y la devora; -está- condenado al fracaso, a la negación, a
la muerte como legado último de todos los fenómenos.
Aparentemente
las líneas del asfalto vislumbrada por Mendía no tienen salida. Según vemos,
esta propuesta publicada por Paracaídas Editores, Perú, 2010, está impregnada
por una arbitrariedad de acontecimientos que sea amplían y revelan otros. Sin
paz y sin Gloria, esta autora sabe de las premisas del Tao Te King que, las palabras que expresan la verdad, no
son agradables. Ergo necesita de la imagen, necesita enaltecer el símbolo para
testimoniar la caída de las almas.
Es frecuente
en su poética esa fementida reiteración de sucesos antagónicos, esa rivalidad
con la imagen externa. Común en su discurso una movilidad en las ideas, una
velocidad en la expresión, un acelerado ritmo que decanta los estados de la
mente. Y más que su mente: el daguerrotipo de las circunstancias espaciales. Es
por ello que escoge un lenguaje –fragmentado-, un decir que no establece
coordenadas fijas, si no que se diluye o se requiebra en la propia expresión
para darse en diversos contornos.
Mediante un
rejuego espacial, formal y semántico, y a ratos monocorde; sus propulsiones
ganan una extraterritorialidad –inusual-,
se nos atraviesa con un legos
que hiende o se parcela entre un lenguaje diáfano, y en otros, lírico. Lírica
de accidentes, de situaciones tensas donde la metáfora llega en líneas o
pedazos breves para resituar un yo kafkiano
-viciado de derrumbes-.
Gladys
deshecha todas las reminiscencias del romanticismo, de hecho no es una autora
coloquial, ni evoca el gesto de las tradiciones; digamos que posee un
temperamento posmoderno, gobierna con un epísteme
de estructuraciones bien combinadas, unas direccionales que se enfrentan a
las crisis de las utopías, y por consiguiente a las propias crisis de la
irrisoria vida común y/o la desesperada vida social.
/Siente la patria entre lo líquido y
su queja la necesidad y su fuerza
los barrancos y su hambre el destierro es estar fuera de uno mismo/
El desingn de su discurso esta objetivado
por períodos de renuncias. Su emisión propende a enfilarse a una obstinada
enajenación. Es por ello que apela a dejar espacios en suspense, en delimitar
el axioma, a estandarizarse sin esquemas. Gladys al narrar el panorama circundante
–rompe-, se esquiva, cincela una espaciedad donde la palabra precisa o la idea
concreta -llena los vacíos-.
Por otros
peldaños hace que el lector se enfrente a una expansión de sucesos aterradores.
Sus versos no culminan en leyes, si no que se enfrentan a ellas, no dominan
conceptos, sino que están por encima de ellos para vaciar su yo en la dinámica de los propios
fenómenos. Ella desafía la velocidad, la muerte, la carretera: las vías terribles para reservarse y ver a
otros morir.
/uno de esos cuerpos viaja sin
avisar camina sobre las blancas
líneas del asfalto aparece y desaparece
hipnotizado por las curvas/
Es propensa
a reservarse un talante lingüístico-estético que se centra en el individuo.
Edifica un símil para clarear el terror, para extremarse en las tensiones. Se
conexiona con los fenómenos que describe. Se orienta en los códigos
Faulknereano con el objetivo de exhibir –solamente- la escena reservada: la
escena doliente, el ambiente frío y horrendo.
Sus espacios
están legitimados por un epicentro de silencio mordaz. Esa es la finalidad
real: la concreción de ese silencio para anteponerse, para infundirse en el
universo poemático. Su silenciosa
desesperación es espuela para esplender una comunicabilidad con el sueño:
símbolo semántico de esas muertes que vacila y decanta.
Esta
estética no necesita del ritmo, el ritmo está implícito en los tramos del
silencio, en las rectas de esos contornos que se reniegan, se imantan y del
mismo modo se repelen. Veamos este discurso como una tensa partida de ajedrez donde ella espera de algún modo ese
jaque, esa caída, vista continuamente desde una carretera. ¿Será suficiente?
Podríamos
preguntarle ¿dónde está la causa?, ¿dónde encontró la fatiga? El caso es que
Gladys espera mucho del ser humano, por eso desea a ultranza llegar a la luz,
penetrar el sueño, introducirse en otros órdenes para salirse del agobio, de la
sentencia de Parménides: lo que es ser no
puede variar. Por eso desea salirse de la desesperación, que es como salirse
del tablero, de la partida.
Ella es
cónclave de una espiritualidad que tiene como esencia primigenia anteponerse a la
sentencia kantiana del no dolor en sí, porque ella -sí cree en el dolor-, de
ahí que su habitad sea el “sueño”, sea la angustia, sea la muerte como una
mnemónica espantosa de la existencia. Despertemos a la autora, y cuidémosla en
las carreteras.
la autopista está en el sueño del túnel no es mística
no es el símbolo sino una pasta amorfa
que los ojos deciden que sea autopista
mientras parpadea ocasiona un
accidente
un herido fatal.
Miladis
Hernández Acosta.
Princesa de
la poesía cubana.
Guantánamo,
3 de Julio, 2013.
Luna de
cáncer.
Miladis
Hernández Acosta, (Guantánamo, Cuba 1968). Lic. en Historia. Universidad de
Oriente. Poeta y ensayista. Ha publicado
los poemarios Diario de una paria (1994) y La burla del vacío (1995), ambos por
la Ed. Oriente; Los filos del barro (2000 y 2009) y Memorias del abismo (2004),
por la Ed. El Mar y la Montaña; El conjuro de las runas (Ediciones Ávila, Ciego
de Ávila, 2004), Salmos para el hastío (Ediciones Vitral, Obispado Pinar del
Río, 2005), El libro de los prójimos (Ediciones UNIÓN, Ciudad de La Habana,
2010), La Armada Tristeza Invencible (Ediciones Ácana, Camagüey, 2009) y La
sombra que pasa (Ed. Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 2010). Miembro del
Grupo Interiorista. República Dominicana. Fundadora del Grupo Hispanoamericano
Guantanamera 2006. Miembro de la UNEAC y
actual presidenta de la filial de escritores de Guantánamo.
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